Un día duro, largo. Larguísimo.
Hace más de doce horas que empecé a darle patadas al mundo, como digo yo. Desde
la siete de la mañana que sonó ese maldito despertador hasta ahora no he parado
nada, no he tenido tiempo ni de comer. Pero ¡por fin! He llegado a casa. Me
tiro en el sofá y cierro los ojos, amenazo con quedarme dormida, los abro y
miro el reloj: las ocho y diecinueve minutos de este jueves maldito que no me
ha dado un solo respiro. Una ducha, un sándwich, de nuevo el sofá y la tele,
aburrida, como siempre, nada que ver. Mi portátil está sobre la mesa, lo
atraigo hacia mí y lo enciendo. Miro el icono de second life en el escritorio y
sonrío…. ¿Hoy quien voy a ser? Hago memoria y repaso mentalmente a la gente con
la que me he encontrado hoy, gente la mayoría anónima, como la que voy a
encontrar en second life. Pienso en el chico del parque, hoy podría ser él:
estudiante veinteañero que haciendo una pausa entre sus lecciones entra en el
metaverso en busca de la niña de sus sueños. Podría ser ella, la niña de
sueños, mujer madura aburrida de su existencia que finge ser en second life
todo lo que la vida no le dio la oportunidad de ser y que se reinventa y
rejuvenece en cada pixel.
Podría acercarme hasta una
emisora de radio y decir que soy una experta locutora en la vida real, eso si,
de una emisora pequeña, local, no siendo que alguien quiera indagar mucho.
Mejor aún puedo ser el desesperado subordinado de la oficina de la esquina que
en second life tiene terrenos y discotecas y se siente poderoso jugando a ser
lo que nunca llegara a ser.
Puedo ser el galán que enamora a mujeres con dulces palabras de amor,
embaucando a unas y otras, jugando con todas. El cazador implacable que una vez
obtenida la pieza ya pierde el interés. El Don Juan Cibernético que en su vida
se atrevió a decir a una mujer cara a cara “ que bonita eres”
O quizás la Matahari que trae a
los hombres de cabeza con una falsa personalidad que necesita inventar porque
la suya propia no la parece nada interesante. O aquellos otros que se dedican a
inventar habladurías porque la envida corroe y envenena.
O puedo ser yo misma, la que soy
siempre, la que no busca nada en el juego o lo busca todo, la que lo tiene todo
pero quiere llenar sus vacios. Me decido, una vez mas, por ser yo. Tecleo la
contraseña de mi único avatar y espero a que el juego empiece. Leo los Im’s ,
los avisos…. Miro mis contactos, empiezo
a saludar a esta gente que es autentica, que tiene nombre y apellidos, que no
necesita esconderse detrás de un avatar para nada, que sabe y respeta que al
otro lado de cada una de las pantallas una persona de carne y hueso mueve el muñeco
que la representa. A esas personas que te
arrancan risas y se beben tus lagrimas. Esas personas por las que todavía
merece la pena entrar en second life.
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