Hace algún tiempo, nos reuníamos los viernes por la
noche en el sim de San Borondón para contarnos historias a la luz de la luna.
Allí, bajo el techo de la gran cabaña, con las
estrellas colándose como luciérnagas vivas entre las abiertas paredes, se
creaba una atmósfera de amistad y misterio que terminaba por acrecentar el
brote espontáneo de nuestras fantasías.
Afuera, en el horizonte se perfilaba la abrupta
montaña con su penacho volcánico en erupción, y, su inmensa mole, tapizada de
rocas verdinegras, parecía un fantasma dispuesto a engullirnos entre sus fauces
de fuego y tinieblas. Y como fondo, La música de las olas, al desvanecerse
sobre la cercana arena, creaba siempre un contrapunto sonoro que nos
acompañaba como una vieja canción de
cuna, que permaneciese anclada
eternamente en nuestra memoria.
Un viernes, cuando llegué a nuestra cita semanal en
San Borondón para relatarnos nuestras narraciones, descubrí que una chica nueva, ajena a nuestra
reunión habitual, permanecía sentada frente a mí. Era delgada y alta; mantenía
las manos plegadas en su regazo y su mirada, incandescente y abstraída, permanecía fijada sobre el volcán. Pregunté a
Namarya quién era, y en su IM me contestó que nadie lo sabía; y que todo el
grupo se estaba haciendo la misma
pregunta.
Comenzaron las narraciones. Kar Gabilondo contó una
historia de aquelarres vascos que nos hizo estremecer, y Momi Barbosa
un cuento de vampiros impregnado de un estremecedor horror.
Fue casi al
final cuando la desconocida tomó la palabra para anunciarnos que contaría una
historia personal. Su voz era tan débil,
pero al mismo tiempo tan revestida de un eco vibrante, que parecía nacer en el
fondo de un viejo jarrón de alabastro.
Hablaba, entre pausas y vacilaciones, de una
montaña, y de un paseo por un sendero
tortuoso cuesta arriba. Pero lo más extraño
era que parecía ir perdiendo aliento, como si le costase una gran fatiga
abrir los labios para desgranar sus frases. Daba la impresión, también, de que
según sus palabras se hacían cada vez más lejanas e inaudibles, su piel parecía
empalidecer poco a poco al mismo tiempo.
Llegó un momento en que casi no se la entendía. De vez en cuando,
algunos términos como precipicio,
abismo, caída y tinieblas, alcanzaron a escucharse. Y entonces sucedió lo más
aterrador. La piel de aquella mujer se hizo lentamente
transparente, como si el aire hubiese tomase entrada en su cuerpo para secuestrarlo. El último balbuceo salido de su garganta
coincidió con su desaparición completa ante nuestros ojos..
Poco después, una mujer que encontré visitando el
sim me contó la historia de una joven que quiso escalar la montaña para asomarse
al volcán y que se supone que tuvo una mortal caída mientras lo hacía, ya que
nunca regresó a su punto de partida. Me dijo que la accidentada era un chica
veterana en Second Life, asidua y entusiasta de esta segunda vida. Según ella,
nunca más volvió a entrar. Desapareció misteriosamente sin despedirse de amigos
ni conocidos..
.Movida por un negro presentimiento, fui a la sede
de AMM life&style. Tardé poco en la
hemeroteca en encontrar la noticia de aquél
accidente. No fue necesario leer los textos. La foto de la mujer que
desapareció lentamente ante nuestros ojos mientras contaba su historia presidía
el artículo. Cerré la revista aterrada y salí de la sala de lectura con el
corazón desbocado en el interior de mi pecho.
FIN
Land del sim Playas de San Borondón: Lonely Nights
(136. 211. 21)
(Las propietarias del sim Playas de San Borondón no
se hacen responsables de los riesgos que asuman quienes escalen el volcán)
FIN
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